sábado, 2 de abril de 2011

En el punto de mira


Levanta la mano y dice lo que primero se le ocurre para detener la catastrofe. Es lógico que no sé de cuenta que ya ha explotado su dolor en la sala. Es más todavía sigue pensando que su mano parara todo aquello antes de que todo llega a su fin. Es casi increible que no sea capaz nadie de mirar la imagen serena de él subido en su tarima, mientras todo es un caos a su alrededor. La noche está presente en la sala y cae al suelo sujetando entre sus dedos un chorro de sangre que mana de su pecho. El balazo le ha partido el corazón en dos y la cara se crucifica de sensaciones de despedida. Está muerto pero el eco de sus ojos se escucha a lo lejos. No volverá a salir y decir lo que piensa. La sangre roja marca una figura asquerosa en el suelo. Nadie se acerca y los gritos presionan los oidos ensordeciendo al eco y al muerto ya muy muerto. El saco de carne rigida se enfría en el suelo a la espera de una manta y de quien de la orden de llevarselo de alli.

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